La tierra baila y con ella nosotros, el aire corre y con él nuestras sonrisas se abren, el agua fluye y los sentires navegantes atraviesan olas enormes que se encuentran con los pajaritos. Y allá lejos el fuego late como música que quiere llegar al sol, y el astro amarillo hace sacar los cachitos a los caracoles. Y así el viajero ancestral atraviesa los paisajes fungi conversando con los subterráneos micelios. La vida se teje bella cuando afinamos la vista a lo pequeñito que hace crecer lo gigante, se hace poesía pura, honesta, tierna y generosa. Pero se trata de un tesoro frágil, delicado como los suspiros de la humanidad, del Antropoceno atrapado por su ombligo que olvida cuidar su hábitat esencial. Que no escucha antes de alterar el equilibrio del ciclo vital, ese que se parte en cuatro elementos: Aire, agua, fuego y tierra.
Este bordado es el que mueve el mensaje que Paris Parade quiere compartir este 2024. Se trata de una invitación a celebrar el fenómeno que genera la existencia sobre este planeta y a ocuparnos en no perder la alegría de ser un ecosistema que palpita equilibradamente como el canto de las raíces infinitas, como el rastro de los insectos despertando con el rocío, como el brote de las flores que germinan a la luz del fuego del sol; Como la luna que mece las olas, como la espuma de éstas que hace cosquillas a las aletas de los peces y como la fantasía que nace del alma humana para contar historias que expliquen nuestra existencia. Esas que hablan de las fiestas que celebran la renovación de la rueda vital que por estas latitudes y otras, lo hacen mediante relatos antiguos, sobre hadas, duendes y abuelos cariñosos que nos traen alegrías en navidad.